El proceso de curación del jamón ibérico y la paleta es fundamental para desarrollar sus características únicas y su delicioso sabor. Este proceso combina técnicas tradicionales con cuidados meticulosos que pueden extenderse a lo largo de varios meses o incluso años, dependiendo de la calidad y el tipo de producto.
Primero, se procede a la salazón, donde se cubren las piezas con sal marina para extraer la humedad y preservar la carne.
Esta etapa, fundamental para evitar la proliferación de bacterias, puede durar entre una y dos semanas. Posteriormente, se lava y seca cuidadosamente la superficie de las piezas para eliminar el exceso de sal y prepararlas para el siguiente paso.
Luego, las piezas se trasladan a secaderos naturales, donde comienza el proceso de maduración.
Durante esta fase, las piezas se cuelgan en condiciones controladas de temperatura y humedad, permitiendo que la grasa se distribuya uniformemente y que los sabores se desarrollen plenamente.
El tiempo necesario para la maduración varía según diversos factores, como el tamaño de la pieza, la calidad de la carne y las condiciones ambientales, pero suele oscilar entre 12 y 36 meses para el jamón ibérico y entre 10 y 24 meses para la paleta.
Durante este período, se llevan a cabo cuidadosos controles de temperatura, humedad y ventilación para garantizar que las piezas se desarrollen de manera óptima y alcancen su punto de maduración perfecto.