La calidad y las características únicas de la maza están directamente relacionadas con el proceso de curación del jamón ibérico. Este proceso puede durar entre 24 y 48 meses, dependiendo del tipo de jamón y las condiciones específicas de curación. Durante este tiempo, la maza se beneficia de una serie de transformaciones que son cruciales para el desarrollo de su sabor y textura.
Salazón
El proceso de curación comienza con la salazón, donde el jamón se cubre con sal marina para deshidratar la carne y permitir su conservación. En la maza, la sal penetra lentamente debido a su grosor, lo que ayuda a preservar la jugosidad y evitar una excesiva deshidratación.
Post-salado
Después de la salazón, el jamón pasa a una fase de post-salado, donde se cuelga en secaderos naturales. Durante esta etapa, la carne de la maza comienza a deshidratarse gradualmente, y la sal se distribuye uniformemente, ayudando a intensificar los sabores.
Secado y maduración
La fase de secado y maduración es crucial para el desarrollo de las características de la maza. El jamón se cuelga en bodegas donde las condiciones de temperatura y humedad son cuidadosamente controladas. Durante esta etapa, la grasa infiltrada en la maza se funde lentamente con la carne, distribuyendo los sabores y aportando la textura suave y jugosa que la distingue.
Afinado
Finalmente, el afinado es la última etapa del proceso de curación, donde los jamones alcanzan su madurez óptima. En esta fase, los sabores de la maza se intensifican y se vuelven más complejos, desarrollando el bouquet aromático característico de los mejores jamones ibéricos.