1. Salado
El proceso comienza con la aplicación de sal marina sobre la pieza fresca. Esta etapa es fundamental para iniciar la deshidratación del jamón y garantizar su conservación. La duración del salado depende del peso de la pieza, y suele durar entre 1 y 2 días por kilo.
2. Lavado y asentamiento
Una vez finalizado el salado, los jamones se lavan cuidadosamente para eliminar el exceso de sal. Luego se colocan en cámaras de asentamiento, donde permanecen a temperaturas bajas y humedad controlada durante 30 a 90 días. Esta etapa permite que la sal se distribuya uniformemente en el interior de la pieza.
3. Secado y maduración
Es en los secaderos naturales donde comienza la verdadera magia de la curación del jamón ibérico. Durante varios meses (incluso años), los jamones se someten a una maduración controlada, aprovechando las variaciones de temperatura y humedad del entorno. Los maestros jamoneros rotan y controlan cada pieza para asegurar que evolucione correctamente.
4. Envejecimiento en bodega
La última fase del proceso se lleva a cabo en bodegas oscuras, frescas y con una humedad relativa alta. En este entorno, el jamón ibérico madura lentamente, desarrollando sus últimos matices aromáticos y alcanzando la textura y sabor ideales. Esta fase puede durar desde 6 meses hasta más de 2 años, dependiendo de la categoría del producto.