Proceso de elaboración jamón ibérico: de la granja a tu mesa

Proceso de elaboración jamón ibérico: de la granja a tu mesa

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El jamón ibérico es uno de los productos más valorados y reconocidos de la gastronomía española. Su sabor inconfundible y su textura única no son fruto del azar, sino del resultado de un proceso largo, artesanal y cuidadosamente controlado. En este artículo vamos a detallar el proceso del jamón ibérico desde el origen, en la dehesa, hasta que llega a tu mesa. Comprender todo lo que implica este recorrido permite valorar aún más este manjar.

Cría del cerdo ibérico: el inicio de todo

Selección genética

El primer paso en el proceso del jamón ibérico comienza con la genética del animal. Solo los cerdos de raza ibérica pueden producir auténtico jamón ibérico, y dentro de esta categoría hay diferentes grados de pureza. El más valorado es el 100% ibérico, procedente de madre y padre ibéricos. También existen cruces con Duroc, que mantienen al menos un 50% de raza ibérica.

Vida en la dehesa

Una característica fundamental es el modo de vida de los cerdos. En el caso del jamón ibérico de bellota, los animales viven en libertad en las dehesas, donde pueden moverse, alimentarse y desarrollarse de forma natural. Este entorno les proporciona una dieta rica en hierbas, raíces y, especialmente, bellotas, que son fundamentales en la calidad final del jamón.

Montanera: la alimentación clave

Durante la montanera, que se extiende de octubre a marzo, los cerdos se alimentan exclusivamente de bellotas y pastos naturales. Esta alimentación rica en ácido oleico mejora la infiltración de grasa en el músculo y aporta al jamón sus propiedades saludables y su sabor característico.

Sacrificio y perfilado de las piezas

Una vez que el animal ha alcanzado el peso ideal y ha completado la montanera, se lleva a cabo el sacrificio siguiendo las normativas de bienestar animal. Las patas traseras se seleccionan para convertirse en jamón. En esta fase se realiza el perfilado, dando forma a la pieza y eliminando el exceso de grasa externa.

Salazón: preservación y preparación

La salazón es uno de los pasos más importantes del proceso jamón ibérico. Consiste en cubrir completamente las piezas con sal marina durante un número de días proporcional a su peso (por lo general, un día por kilo). Este paso deshidrata la carne, evita la proliferación de bacterias y prepara el jamón para la curación.

Lavado y asentamiento

Después de la salazón, las piezas se lavan para retirar la sal superficial. A continuación, se dejan reposar en cámaras de asentamiento durante 30 a 60 días. En esta fase, la sal penetra de manera uniforme en el interior del jamón y se eliminan los restos de humedad.

Secado y maduración en secaderos naturales

Condiciones controladas

Las piezas pasan luego a secaderos naturales, donde la temperatura y la humedad se regulan de forma progresiva mediante la apertura y cierre de ventanas. Este proceso puede durar entre seis meses y un año, dependiendo del tipo de jamón y su peso.

Desarrollo de aroma y textura

Durante esta etapa, las enzimas naturales actúan sobre las proteínas y grasas, comenzando a transformar la carne. Aquí es donde el jamón empieza a adquirir su aroma y sabor característicos. La grasa se funde lentamente y se infiltra mejor en el músculo.

Curación en bodega: la fase final

Una vez superado el secado, las piezas pasan a bodegas de curación. Son espacios frescos y oscuros, con temperatura y humedad constantes, donde los jamones reposan entre 12 y 36 meses, dependiendo de su categoría.

En esta fase, el jamón ibérico alcanza su punto óptimo de maduración. La pieza se controla de forma individual y periódica mediante el “calado”, una técnica tradicional que permite evaluar el aroma introduciendo una cala de hueso en distintos puntos de la pieza.

Curación en bodega: la fase final

Una vez superado el secado, las piezas pasan a bodegas de curación. Son espacios frescos y oscuros, con temperatura y humedad constantes, donde los jamones reposan entre 12 y 36 meses, dependiendo de su categoría.

En esta fase, el jamón ibérico alcanza su punto óptimo de maduración. La pieza se controla de forma individual y periódica mediante el “calado”, una técnica tradicional que permite evaluar el aroma introduciendo una cala de hueso en distintos puntos de la pieza.

Clasificación y etiquetado

​Cada jamón se clasifica según el tipo de alimentación y la raza del cerdo. Esto se indica mediante un sistema de etiquetas de colores regulado por la normativa del ibérico:

  • Etiqueta negra: 100% ibérico de bellota.

  • Etiqueta roja: ibérico de bellota (75% o 50% raza ibérica).

  • Etiqueta verde: ibérico de cebo de campo.

  • Etiqueta blanca: ibérico de cebo.

Este sistema garantiza la trazabilidad del producto y su autenticidad.

 

Corte y envasado

Una vez que el jamón está completamente curado, se puede comercializar en pieza entera o loncheado. El corte puede realizarse a cuchillo, una técnica tradicional que requiere formación y destreza, o de forma mecánica en lonchas finas, envasadas al vacío para mantener sus propiedades.

El corte a cuchillo es especialmente valorado porque permite apreciar mejor la textura y los matices de cada parte del jamón. Además, ofrece una presentación más elegante para ocasiones especiales.

El papel del maestro jamonero

Durante todo el proceso del jamón ibérico, la figura del maestro jamonero es clave. Su experiencia y conocimientos permiten identificar el punto exacto de salado, curación, maduración y corte de cada pieza. Aunque muchas tecnologías se han incorporado a la industria, la parte artesanal sigue siendo esencial para garantizar la calidad.

Por qué es un producto único en el mundo

El jamón ibérico no es solo un alimento: es el resultado de un proceso que combina naturaleza, tradición, técnica y tiempo. Desde la dehesa hasta la bodega, cada etapa es crucial para alcanzar un equilibrio perfecto entre sabor, aroma, textura y beneficios nutricionales.

España es el único país del mundo que produce jamón ibérico, y su normativa específica garantiza un estándar de calidad que no se encuentra en ningún otro producto cárnico. Elegir un buen jamón ibérico es apostar por siglos de tradición y por una manera de entender la gastronomía basada en el respeto por el producto y por su origen.

El proceso del jamón ibérico es mucho más que una técnica de conservación. Es un arte que comienza con la genética del cerdo y termina con una experiencia sensorial en la mesa. Desde la cría y alimentación del animal hasta la curación y corte de cada pieza, cada paso tiene una razón de ser. Conocerlo permite apreciar aún más su sabor y entender por qué es uno de los productos más exquisitos del mundo. Apostar por un buen jamón ibérico es apostar por autenticidad, salud y tradición.